La
función de la glándula tiroidea y de las células foliculares es
producir, almacenar y liberar en la sangre hormonas tiroideas,
también conocidas como T3 (triyodotironina) y T4 (tiroxina), muy
parecidas entre ellas y cuyo compuesto básico es la tiroxina.
Estas
hormonas son vitales, ya que intervienen en el desarrollo del sistema
nervioso y regulan el metabolismo, y por tanto, el ritmo al que el
cuerpo quema calorías para producir energía, por lo que influyen en
las células del organismo y son necesarias para controlar las
funciones de todos los órganos del cuerpo. Participan por tanto en
la frecuencia cardíaca, concentraciones de colesterol, síntesis de
glucógeno, etc.
Para
llevar a cabo su función, y verter la dosis adecuada de hormonas
tiroideas en sangre, la tiroides se ayuda de otras dos glándulas:
- La hipófisis o pituitaria
- El hipotálamo
Cuando la tiroides sufre una alteración produce graves enfermedades. Factores genéticos y un consumo excesivo de yodo, son los principales responsables de que la tiroides sufra alguna alteración en el organismo.
Las
enfermedades más comunes que se asocian a una mala función de la
tiroides son:
- Hipertiroidismo: Exceso de producción de hormonas tiroideas que ocasiona una disminución del peso, taquicardia, palpitaciones, sudoración, deposiciones diarréicas, reglas irregulares, cansancio, fatiga muscular o dolor en las articulaciones.
- Hipotiroidismo: La glándula tiroidea no produce una cantidad suficiente de esta hormona. Ocasiona cansancio, sueño, sensación de frío, piel reseca o escamosa y dolores musculares o de articulaciones. Si no se trata a tiempo, puede causar daños cardiovasculares como arritmia u otras alteraciones del corazón.
- Nódulos: Son protuberancias anormales, producto de tejido tiroideo encapsulado.
Iris
B
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